¿Está usted borracho? No está sólo…lo acompaña San Simón


El culto al santo de los borrachos en Cozumel. Una tradición que llega desde Guatemala y se reproduce en un rincón de la isla. 

Especial Expedientequintanaroo.com / Fotos: Luis Soto

Todos los días, desde hace ocho años, el Oso prende un cigarro y coloca una cerveza a un lado de su protector. El cigarro se consume lentamente en la boca del muñeco, y la cerveza queda ahí, a un lado, hasta que se calienta y la retiran. Esa breve ceremonia es parte del negocio del Oso, un bar pequeño y humilde en el corazón de la isla de Cozumel.

La ceremonia del cigarro y la cerveza es su tributo a San Simón, el santo de los borrachos, que le dará prosperidad y cuidará su futuro.

San Simón es toda una figura en este rincón de Cozumel. Su imagen es un hombre sentado con una botella de aguardiente en la mano. Viste traje negro, corbata roja, sombrero; en su mano izquierda se sostiene, firme, la botella.

El Oso dice que le regalaron la imagen en un bar que cerró hace muchos años, y desde ese día no ha dejado de rendirle honores. “Nos protege”, asegura.

Historia de un santo sui generis

De acuerdo a diversas versiones, a San Simón se lo conoce también como Maximón o con el nombre maya de Ry Laj Man. Según el nombre y el lugar donde se lo venere, el culto tiene características diferentes. 
Lo que parece, sin embargo, una constante, es que siempre San Simón está cerca de lo desesperado  y lo marginal. Se lo celebra con borracheras interminables, y lo buscan las prostitutas para que las cuide.

La capilla principal con la imagen de San Simón está en San Andrés Itzapa, en Chimaltenango, Guatemala, a unos  50 kilómetros de la capital del país. Cada año, el 28 de octubre ese pequeño poblado cambia por completo. Un relato en la página de internet “Desde Guate” comenta lo que sucede esa noche:

“La consigna parecía ser: Prohibido no fumar y tomar”. Así comienza el relato de un joven que por primera vez asiste a la fiesta. 

“Aquel cuadro era increíble. Había decenas de mariachis que tocaban para quien se los pedía; no había diferencia pero ni de un metro entre cada grupo”.
“Aquella imagen de las calles se repetía nuevamente (mariachis, licor y tabaco), solo que esta vez en el interior de un templo con paredes tapizadas de gratitudes y donde los devotos desfilaban frente al altar de un San Simón con traje negro, semblante joven y mirada seria.
Botella en mano, paralelo a sus peticiones, todos se bañaban en licor y daban grandes sorbos como parte del ritual. Otros iban más allá y pedían la ayuda de un brujo que cual chicote, usaba un ramo de chilca para golpear su cuerpo y luego escupirles encima licor.
Era una imagen con niveles de devoción que asombran (y asustan) para los que no tenemos la costumbre y que me hizo pensar que ya había visto suficiente”.



En un  muy documentado trabajo, llamado “El culto de Maximón en Guatemala”, Sylvie Pédron‑Colombani, hace un  comparativo entre el Maximón que se venera en Santiago Atitlán, y el San Simón de San Andrés Itzapa. Dice de éste último:

“Es de tez blanca con un bigote, trajeado al estilo europeo con una camisa blanca y una corbata (…) Aquí el Santo tiene su propio templo, totalmente desvinculado de la cofradía. Al entrar, al fondo, está la estatua de San Simón, en una especie de camerino de cristal donde la gente deposita sus ofrendas y dinero en efectivo”.

Los comerciantes no son los únicos que se apropiaron de San Simón. Otros sectores, como las prostitutas, lo hicieron también. Todos los miércoles, acuden a San Andrés Itzapa muchas prostitutas de diversas partes del país.
Encontré también en San Andrés Itzapa varios grupos de hombres que practican la prostitución. Maximón, que en las leyendas de Santiago, puede convertirse en hombre o en mujer para seducir atrae a muchos homosexuales, rechazados por tantos grupos religiosos como los pentecostales. Muchas categorías marginales parecen encontrar también en este culto una repuesta a sus dificultades cotidianas”.

Lejos de todos esos rituales, en este rincón de Cozumel, San Simón protege a sus fieles en un ambiente más calmo y sosegado.  El Oso distribuye cervezas y botanas varias. Sopa de pescado, ceviche, tacos, jugo de caracol, o un espectacular cierre con buche.

Los comensales llegan con sus ropas de oficina y apuran la botana con alguna cerveza. Pocos prestan atención a esa figura que  desde dos ángulos diferentes, a un lado de los parlantes, protege al lugar y los clientes, con su cigarro y su cerveza interminable.  
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