La verdad sobre el conflicto en Chalchihuapan, Puebla: dirigente del Movimiento Nacional Antorcha Campesina
Por:
Expediente Quintana Roo
Publicado:
México.- El dirigente del Movimiento
Nacional Antorcha Campesina, Aquiles Córdova Morán, se dijo objeto de ataques
mediáticos dirigidos desde el gobierno del estado de Puebla, por lo que hizo un
llamado a que las autoridades de esa entidad paren esos ataques y respondan a
su obligación de atender las necesidades del Pueblo, así lo dio a conocer este
Martes en un comunicado.
Aquí
el comunicado:
Una
vez más, la jauría mediática poblana está sobre los antorchistas del
estado combatiéndolos, como es su
costumbre inveterada (de decenios, de siglos quizá, tantos que probablemente ya
ni siquiera tengan conciencia de ello), con sus “mejores” armas, con su más
refinado virtuosismo para tergiversar la verdadera naturaleza de los hechos y,
a partir de allí, soltar el torrente de injurias, calumnias, acusaciones,
condenas “inapelables” sin ningún asidero en la realidad ni en las reglas
elementales del correcto discurrir, para culminar con un estentóreo “llamado” a
la autoridad a “meter en cintura” a los alborotadores y chantajistas, hacer
respetar los “derechos de terceros” y restablecer la paz y la tranquilidad
públicas, perturbadas por “alborotadores” que sólo buscan su beneficio
personal.
Todo
mundo sabe que esas ardientes profesiones de fe sobre la concordia y la
justicia sociales, así como los “enérgicos llamados a aplicar la ley sin
vacilaciones” apoyándose en las falsedades y calumnias que los mismos
improvisados Savonarolas inventan con toda premeditación y mala fe, no tienen
otro significado que hacer el trabajo sucio a las fuerzas represivas,
maquillando preventivamente su actuación como una “simple y necesaria”
aplicación del Derecho, que “debe ser parejo para todos”; y que tales
“indignadas voces” no tienen nunca nada de espontáneo ni menos de gratuito,
sino que son manejadas desde las oficinas de prensa de los gobiernos a cambio
de una buena tajada del presupuesto destinado a la publicidad oficial. Todo
mundo lo sabe, sí, pero muy pocos se atreven a decirlo.
La
embestida actual de la prensa poblana a que me refiero, tiene como origen dos
graves problemas que afectan a sendos grupos de ciudadanos que no hacen más que
defenderse de los abusos y de la indiferencia con que los quieren tratar y
someter minorías económicamente poderosas (caso Chalchihuapan) y el gobierno
municipal de Puebla capital, respectivamente. Por razón de espacio y de
claridad expositiva, hoy sólo me referiré al primero de dichos problemas.
Según
la versión de los medios, el asunto de Chalchihuapan estriba en que un “grupo
de antorchistas”, haciendo uso de la violencia, pretende apoderarse de un
inmueble destinado al culto de la Virgen de Guadalupe y de un predio aledaño al
mismo, razón por la cual, ese grupo de “delincuentes” se ha enfrentado con
piedras, palos, varillas, etc., a la feligresía del lugar, que defiende su
templo y la propiedad anexa al mismo.
Conclusión:
el gobierno debe intervenir con toda energía para imponer la justicia y
restablecer la concordia entre la población, para lo cual es necesario meter en
la cárcel a los “líderes antorchistas” que encabezan el intento de despojo.
Esta versión de los hechos es absoluta e intencionalmente falsa y calumniosa,
pero necesaria, eso sí, para “fundamentar” la exigencia de represión en contra
de quienes apoyan a la mayoría del pueblo de Chalchihuapan que reclama respeto
a su legítimo derecho sobre los dos inmuebles en disputa.
La
verdad, muy resumida, es la siguiente (y aquí tengo que reiterar lo que he
dicho ya en múltiples ocasiones: los antorchistas no mentimos jamás, ni
siquiera en legítima defensa, como lo prueban 38 años de estarnos defendiendo
de todo tipo de ataques vertidos por sujetos de toda laya): hace 18 años (febrero
de 1994), por acuerdo de todo el pueblo y con la aportación económica y el
trabajo de cada uno de sus miembros, se levantó un edificio amplio, de dos
plantas, en el atrio de la iglesia de San Bernardino, patrono de Chalchihuapan,
que todo mundo reconoce como la original y verdadera parroquia del pueblo.
El
nuevo edificio resultaba indispensable para albergar actividades y servicios
ligados al culto de San Bernardino, cuyo carácter masivo volvía casi imposible
celebrarlos en el recinto de la parroquia; y así funcionó por espacio 18 años,
sin ningún problema, hasta que un pequeño núcleo de la población, que con el
tiempo había acumulado una gran fortuna
(y, como consecuencia de eso mismo, un altanero sentimiento de superioridad y
de desprecio hacia sus “hermanos en Cristo” menos afortunados) comenzó a
sentirse “rebajado” por tener que compartir la Sagrada Eucaristía con la
“chusma mugrosa”.
Por
tanto, idearon “crear otro templo” bajo otra “advocación”, pues ni siquiera el
culto al mismo santo querían compartir con el pueblo pobre. Y fue así como
comenzaron a celebrar “su misa” en el edificio de dos pisos que pertenecía a
todo el pueblo. Esto fue lo que detonó la primera fase del conflicto, no menos
violenta y aguda que la actual. Después de muchas escaramuzas y
enfrentamientos, con intervención de las autoridades civiles y eclesiásticas
(que, dicho sea de paso, han puesto su cuota al diferendo nombrando un párroco
exclusivo para el “nuevo templo”) se llegó a un acuerdo: el pueblo de San
Bernardino accedía a “prestar” el inmueble a sus detentadores por espacio de un
año, mientras éstos construían un templo adecuado al Sagrado Culto y a sus
aristocráticas pretensiones.
Pero
ocurrió que dicho plazo se cumplió y se rebasó con creces, sin que los ricachos
dieran señales de querer respetar el pacto y devolver el inmueble a sus
legítimos dueños. Lejos de ello, procedieron a hacer adaptaciones y costosas
inversiones al mismo, con el claro propósito de quedarse definitivamente con
él.
Según
apreciación personal del compañero Rosendo Morales Sánchez, quien es la cabeza
del antorchismo en Santa Clara Ocoyucan, municipio al que pertenece
Chalchihuapan, la gente humilde (que hace amplia mayoría en la comunidad), con la nobleza y fe sincera que caracteriza a
nuestro pueblo, después de tantos años de despojo, casi se había resignado a
perder el inmueble.
Pero
la “aristocracia” de los ricachos, lejos de agradecer el gesto, decidió
“ampliar” su templo y se lanzó a
construir sobre un área libre del propio atrio de San Bernardino. Fue este
nuevo e increíble abuso, y no los antorchistas como dice la prensa, lo que
enardeció al pueblo y revivió el conflicto en toda su crudeza: la gente así
agraviada decidió recuperar no sólo el predio invadido, sino también el inmueble
habilitado como templo Guadalupano, en abierta violación al pacto firmado.
Y
este acto de recuperación, provocado por la avaricia y prepotencia de los
caciques, es lo que los medios informativos poblanos presentaron como
“incursión violenta de un grupo de antorchistas” para despojar de sus
propiedades a los “fieles católicos” de Chalchihuapan. A partir de ese momento,
y apoyadas en esa sucia falacia mediática, las autoridades involucradas en el
conflicto a favor de los caciques, han dejado caer todo su peso, todo su poder
y toda su capacidad de presión y de amenaza sobre los dirigentes locales y
estatales del Movimiento Antorchista, exigiéndoles que “saquen las manos” del
conflicto y respeten la “legítima” posesión del inmueble por parte de los
caciques usurpadores.
A
semejanza de aquel Mulláh que, habiendo perdido un denario en un lugar oscuro,
se puso a buscarlo en otro sitio “porque allí había luz”, los poderes aludidos
están empeñados en encontrar la solución donde es imposible hallarla,
simplemente porque buscan en el lugar equivocado.
Sea
como sea, a la vista de tan injusta como amenazante y equivocada presión de los
poderes legales y fácticos, es que, en mi calidad de Secretario General del
Antorchismo Nacional, veo necesario rechazar los infundios y tergiversaciones
del conflicto, poner la verdad en su lugar y dejar muy preciso el verdadero
papel de los antorchistas en el caso.
Los
dos primeros puntos quedan ya resueltos en lo dicho más arriba; respecto al
tercero, diré brevemente que nosotros no somos los responsables del conflicto
ni lo estamos atizando de ninguna manera; por el contrario, es gracias a la
intervención, serenidad y mesura de nuestros dirigentes, que éste no se ha
desbordado ni ha llevado tragedia y luto a los hogares en Chalchihuapan; y
respecto a la solución de fondo, proponemos que todos los poderes que miran
justa la necesidad de un templo Guadalupano, unan esfuerzo con los ricos de
Chalchihuapan y juntos construyan un verdadero santuario, digno de la
veneradísima Virgen María de Guadalupe, en un sitio adecuado donde quepan todos
los detalles y lujos que a sus intereses y caprichos convengan, y dejen libre
el inmueble que, tan sólo por tener dos pisos, dice a las claras que no fue
pensado para ello ni es el santuario que la Guadalupana merece.
Así,
los caciques llevarán la paz a Chalchihuapan, recuperarán el respeto del pueblo
y acrecentarán su capital político, que mucha falta les hace. Por mi parte,
hago público compromiso del Antorchismo Nacional de respaldar a nuestros
compañeros poblanos donde, cuando y como sea necesario, si no nos dejan de
otra.
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