Obrador es un lastre: El País; ¿surge una nueva corriente de opinión en México?
Por:
Expediente Quintana Roo
Publicado:
En
su editorial de este Domingo el prestigioso diario español El País, quizá el
más reconocido en la lengua hispana, dedica un espacio a la figura de Andrés
Manuel López Obrador, a quien califica como un lastre con tendencia al victimismo conspiratorio, al cuestionar la empresa
que al tabasqueño y a sus seguidores los mantiene ocupados en su afán de ganar
la presidencia de México en la Corte Electoral; en tanto en nuestro país, periodistas
empiezan a plantear una nueva corriente de opinión que exhibe las prácticas ilegales
electorales del sistema político en su conjunto, incluidas las izquierdas, las
derechas y las del centro.
Por:
Esmaragdo Camaz
En
las últimas semanas ha sido notorio cómo medios y periodistas nacionales y
extranjeros, que todavía en el pasado reciente eran más tolerantes a favor de
Andrés Manuel López Obrador, han terminado en el hartazgo de este personaje que
parece empecinado en perpetuarse como víctima del fraude electoral mexicano,
una especie de ícono de la desgracia electorera.
En
esta nueva corriente de opinión que está surgiendo en el periodismo nacional e
internacional en torno al proceso electoral mexicano, el punto de coincidencia
es que en efecto, el PRI realizó sus prácticas de siempre, pero la izquierda
mexicana, es decir, el PRD y sus aliados, también practicaron estos vicios,
como la compra e inducción del voto, así como el PAN y el resto de los partidos
hicieron lo propio.
Andrés
Manuel López Obrador reclama falta de equidad y una sobre exposición de Enrique
Peña Nieto en los medios de comunicación, pero no dice nada de los 12 años que
él mismo tiene promocionándose como candidato presencial con miles de horas de
tiempo aire en radio y televisión, así como toneladas de papel de notas en
periódicos, todo esto claro, con la amplia ventaja e influencia que ello
significa ante la opinión pública.
El
tabasqueño y sus seguidores tampoco aceptan que durante estos doce años López
Obrador debió gastar por encima del tope oficial para una campaña electoral,
mención a parte el mutis por el cuestionado financiamiento que ha recibido el
candidato presidencial de las izquierdas para estos y otros fines durante
tantos años.
López
Obrador acusa a los gobernadores priistas de brindar apoyo a Enrique Peña
Nieto. ¿Y a quién se supone que tendrían que brindarle apoyo? ¿A él?
En
su momento los gobernadores del PRD, así como los presidentes municipales y el
resto de funcionarios emanados de ese partido e incrustados en la
administración pública, hacen lo propio a favor del tabasqueño. Cuando López
Obrador llega a territorio perredista recibe todo el apoyo del estado gobernado
bajo esas siglas políticas.
De
igual forma que los panistas hacen con sus candidatos.
Esta
condición de “apoyo” es la misma para todos. Y en todos los casos por cierto,
es ilegal. Es un vicio y toda la clase política la practica, incluido el propio
López Obrador.
Personajes
como Luis Carlos Ugalde, ex titular del IFE, así como la organización Alianza
Cívica, entre otros, han insistido que la compra y coacción del voto es un
vicio generalizado por todos los partidos políticos y que esto forma parte del
sistema político mexicano, de quien nadie parece poder sustraerse.
El
candidato de las izquierdas se queja del árbitro electoral. Pero fue la clase
política en su conjunto, entre ellos Ricardo Monreal, hoy el coordinador de
campaña de López Obrador, quien firmó junto con otros senadores, como Pedro
Joaquín Coldwell, la reforma política en medio de una corriente de opinión que
con mucha sensatez advirtió en 2007, el tipo de escenario que hoy estamos
viendo.
López
Obrador hace un llamado a los millones de mexicanos que votaron por él y les
pide defender el voto. En realidad son muchos los mexicanos que sufragaron a
favor del líder de las izquierdas. Y son más los que votaron por Peña Nieto y
Vázquez Mota. Estos mexicanos también cuentan.
No
hay registro de que el Domingo 1 de Julio haya habido un operativo a gran
escala para un fraude electoral. Ese día hubo una elección en paz con
incidentes menores de priistas, perredistas y panistas, en diversas partes del
país, ejecutando las prácticas de siempre, como el acarreo, la compra de votos,
etc. Todos cojean del mismo pie.
Andrés
Manuel López Obrador acepta el resultado de las elecciones del 1 de Julio en
Tabasco, porque el ex priista y ahora perredista, Arturo Núñez, ganó la
gubernatura.
Y
también acepta los resultados del 1 de Julio en diputaciones federales y
senadores, porque el triunfo favorece a su partido, ya que en el próximo
Congreso el PRD se perfila como la segunda fuerza legislativa del País.
En
estos dos casos la elección del 1 de Julio sí fue legal, pero ese mismo día, en
la presidencial, fue ilegal. Esa es la visión de López Obrador.
Las
reglas del juego de las elecciones son las impuestas por la propia clase
política y sólo entre ellos deben resolver los problemas que ellos mismos generan.
La
población en su conjunto está totalmente ajena a todo ello, pues no fueron
requeridos para la elaboración de estas reglas y cuando de algunos sectores de
la sociedad civil surgieron voces que advirtieron los escenarios de hoy, la
clase política en su conjunto las rechazó.
Los
mexicanos ya cumplimos con los requerimientos de la clase política, pues nos
presentamos a votar el pasado 1 de Julio. Y seguimos cumpliendo todos los días
trabajando y siendo productivos para el país.
Los
que no cumplen y no son productivos son ellos, los que pertenecen a la clase
política, a la que nosotros, los ciudadanos, les hemos entregado todo, o más
que entregárselo, se lo han tomado.
Ningún
mexicano sin importar su condición debe responder al clientelismo electoral a
favor de ningún partido político o candidato, ya sea en el proceso previo o
post electoral.
En
esta nueva corriente de opinión que surge en México entre periodistas que
empiezan a plantear la necesidad de una renovación del sistema político
mexicano ante la clara práctica de los vicios que son ejecutados por todos los
partidos políticos, el Editorial de El País, con una visión más global, es un
texto que viene como anillo al dedo.
Este
es:
Es muy improbable que prospere el recurso de la
izquierda mexicana, aglutinada en torno al derrotado Andrés López Obrador, para
invalidar las recientes elecciones presidenciales, argumentando la compra y
manipulación de millones de votos por el Partido Revolucionario Institucional
(PRI). Los siete puntos de ventaja (más de tres millones de sufragios) del
presidente electo y candidato del resucitado PRI, Enrique Peña Nieto,
representan presumiblemente para las autoridades electorales, que tienen hasta
septiembre para pronunciarse, un argumento contundente sobre un proceso en el
que no hay evidencia de irregularidades a gran escala.
Sin duda, las protestas callejeras expresan la
insatisfacción de muchos mexicanos con el regreso al poder del PRI, que mantuvo
durante siete décadas el control absoluto del país, hasta su defunción
electoral en 2000. Pero ese inquietante retorno de un partido íntimamente
asociado a la corrupción —aunque con una mayoría insuficiente que le obligará a
pactar con otras formaciones para sacar adelante sus proyectos— no puede
ocultar el hecho de que el populista Obrador ha sido siempre un mal perdedor.
Lo es ahora, aun cuando curiosamente no haya
denunciado los resultados de las elecciones al Congreso —celebradas también el
1 de julio y en idénticas circunstancias que las presidenciales—, quizá porque
su coalición izquierdista se ha convertido en la segunda fuerza del nuevo
Parlamento. Y lo fue en 2006, de manera totalmente impresentable, cuando perdió
por menos de un punto la jefatura del Estado ante Felipe Calderón; entonces se
declaró presidente legítimo y encabezó durante meses una desestabilizadora
protesta callejera en la capital del país.
La izquierda mexicana viene fracasando desde 1988
en su intento de alcanzar la presidencia. Para los correligionarios de López
Obrador parece llegado el momento de preguntarse si les conviene como líder un
hombre dos veces derrotado, con tendencia al victimismo conspiratorio y cuyo
estilo abrasivo y anquilosado le ha enajenado una parte de su voto natural.
Obrador es un lastre. En su propio partido, el PRD, hay dirigentes —Marcelo
Ebrard, jefe del Gobierno del Distrito Federal, o su sucesor, Miguel Ángel
Mancera, entre otros—, pragmáticos y dialogantes, que no suscitan el rechazo de
los electores y están en mucha mayor sintonía con las realidades del México de
hoy.
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