Aguas cristalinas del subsuelo cavernoso del Caribe Mexicano ahora son turbias por el Tren Maya, exhibe National Geographic en mega reportaje
Estos cenotes, esenciales para la vida en una región sin ríos ni lagos debido a su suelo de piedra caliza porosa, son mucho más que pozos de agua.
Cancún.— Las aguas cristalinas de los cenotes, esas joyas subterráneas que forman una vasta red de cuevas en la Península de Yucatán, se han transformado en un lienzo turbio. Según un extenso reportaje de National Geographic, el ambicioso proyecto del Tren Maya, un ferrocarril de 966 millas y 30 mil millones de dólares que recorre el sureste de México, está dejando una huella devastadora en el corazón del sistema de cuevas de la Riviera Maya, poniendo en riesgo un ecosistema único y vital.
El biólogo y explorador de cuevas Roberto Rojo, testigo de la intrusión de la modernidad en estos santuarios subterráneos, documentó un momento alarmante: el techo de una cueva de piedra caliza colapsó bajo el rugido de una perforadora industrial. A través del agujero, un pilar de acero oxidado de cuatro pies de diámetro fue insertado, seguido de un vertido de cemento que se mezcló con el agua cristalina del cenote, creando una mancha oscura que se extendió por el reservorio. “Es un ecocidio”, sentencia Rojo, mientras señala que más de 15,000 pilares han sido clavados en el frágil suelo de Yucatán, perforando al menos 120 cenotes.
Estos cenotes, esenciales para la vida en una región sin ríos ni lagos debido a su suelo de piedra caliza porosa, son mucho más que pozos de agua. Son el sustento de cientos de especies, desde jaguares hasta tapires, y de millones de personas, incluidas comunidades mayas que han venerado estos sitios durante siglos. Sin embargo, la contaminación generada por los pilares del Tren Maya—óxido y cemento derramado—amenaza no solo los cenotes individuales, sino también el acuífero interconectado que abarca 64,000 millas cuadradas. Esta contaminación podría extenderse hasta el Arrecife Mesoamericano, las playas de Cancún y los manglares costeros, desencadenando un colapso ecológico en cadena.
El Tren Maya, inaugurado en diciembre de 2024, prometía conectar la Península de Yucatán, impulsar el turismo hacia sitios mayas históricos y reducir la pobreza con 900,000 empleos proyectados para 2030, según un estudio de las Naciones Unidas. Sin embargo, el costo ambiental es innegable. Los críticos, como Rojo y el periodista Otto von Bertrab, denuncian que la construcción ignoró evaluaciones ambientales adecuadas y taló millones de árboles, contradiciendo las promesas del expresidente Andrés Manuel López Obrador de que “ni un solo árbol sería cortado”. Además, la falta de pasos para animales y la destrucción reportada de 25,000 antigüedades mayas, según el arqueólogo Juan Manuel Sandoval, agravan las preocupaciones.
Mientras tanto, defensores como el ecologista Germán Yáñez y el académico Étienne von Bertrab destacan los beneficios del tren, como la conectividad regional y el acceso económico para los locales. Argumentan que los pilares elevados preservan los hábitats al permitir el paso de la fauna y que programas como Sembrando Vida, que planea plantar 500 millones de árboles, compensarán las pérdidas. Sin embargo, el daño a los cenotes sigue siendo una herida abierta. “Arruina parte del agua y lo arriesgas todo”, advierte Rojo, subrayando la fragilidad de este sistema interconectado.
El reportaje de National Geographic expone esta dicotomía: un proyecto que simboliza el progreso para algunos, pero que para otros representa una amenaza existencial al patrimonio natural y cultural de México. Mientras el Tren Maya recorre su circuito, las aguas turbias de los cenotes de la Riviera Maya son un recordatorio sombrío de que el costo del desarrollo podría ser más profundo de lo que cualquier infraestructura puede justificar.
Fotografía de Robbie Shone / Por: Michael Finkel
El reportaje original de National Geographic: https://www.nationalgeographic.com/environment/article/tren-maya-cenotes-yucatan-mexico


