Cae un cochinón en Cancún: ¡Lo cachan con arsenal erótico haciéndose "sus cosas" frente al Hospital General!
Al revisar el vehículo, los policías se toparon con el Bazar del Placer 2.0.
Cancún.— En esta soleada joya turística, donde el mar brilla y la moral a veces se nubla, un personaje digno de reality show decidió que el mejor escenario para su sesión de autoamor era… ¡el estacionamiento del Hospital General! Sí, a plena luz del día este genio del descaro fue sorprendido con las manos (y más) en la masa, dentro de un coche que parecía más una sex shop ambulante que un medio de transporte.
Las fotos no mienten: asientos desgarrados, un revoltijo de lubricantes, “juguetitos” que harían sonrojar a un vibrador profesional, y hasta un consolador tamaño extra que parecía saludar a los transeúntes.
Las vecinas, con el radar del chisme más afinado que antena de pueblo, no podían creerlo. Más escandalizadas que si hubieran cancelado su telenovela favorita, llamaron a las autoridades mientras el susodicho, metido en su carro del amor, estaba tan concentrado que ni cuenta se dio del público que ya grababa para TikTok. ¡Órale, influencer del descaro!
Y aquí viene lo jugoso: llegan los polis, probablemente esperando un simple “súbase los pantalones y váyase a su casa”, pero ¡oh, sorpresa! Al revisar el vehículo, se toparon con el Bazar del Placer 2.0. Imagínense el catálogo: “consolas” que no son de videojuegos, lubricantes que podrían aceitar un tractor, pastillitas “milagrosas” que prometen más acción que una película de Rambo, y un surtido de juguetitos que harían sonrojar al mismísimo Christian Grey. ¿Esto era un coche o la sucursal móvil de una sex shop?
Los oficiales, entre risas nerviosas y miradas de “¿quién escribe esto en el reporte?”, decidieron no tocar nada. Y no los culpo, porque ese kit parecía gritar “¡contagio emocional garantizado!”. Así que, con más cuidado que un cirujano en operación, detuvieron al Don Juan de pacotilla, quien, por cierto, estaba más preparado para una maratón de pasión que para un encuentro con la ley.
Y el colmo: el tipo, ya detenido, fue paseado en la caja de una patrulla como si fuera el trofeo de la vergüenza. Ahí lo vemos, recostado con cara de “me pillaron, pero valió la pena”, mientras el público se pregunta si estaba más listo para una orgía que para un juicio. Todo esto a metros de una escuela, una parada de camiones y pacientes que solo querían curarse… ¡no traumatizarse!
Pero, ¡vaya elección de escenario! Justo en una zona donde desfilan niños, amas de casa, pacientes del hospital y hasta el perro callejero que ya conoce la ruta. A unos pasos, una escuela primaria; a otros, una parada de camiones. ¿Privacidad? Cero. ¿Vergüenza? Menos diez. ¿Incomodidad para los transeúntes? ¡Al mil! Porque nada dice “bienvenidos a Cancún” como un espectáculo improvisado que nadie pidió.
El cochinón y su maletín del amor fueron puestos a disposición de las autoridades. Y, seamos sinceros, ese kit no lo reclama ni el más valiente, ni con guantes de acero. ¿Moraleja? Si vas a quererte mucho, al menos busca un lugar donde no termines siendo la comidilla del vecindario… o la estrella de un reporte policial que seguro sigue causando risas en la comisaría.



