Cancún 55 años: Un sueño programado por computadora frente a la realidad, el Reportaje de The New York Times de 1972, "Por qué la Computadora Escogió Cancún"
El reportaje de Robert J. Dunphy describe un proyecto ambicioso que combinó tecnología, datos y trabajo de campo para identificar el lugar ideal para un mega complejo turístico.
Por: Esmaragdo Camaz
Cancún.- En 1972, el periodista Robert J. Dunphy publicó en diario The New York Times un reportaje titulado Why the Computer Chose Cancun (Por qué la computadora escogió Cancún), un relato fascinante sobre cómo el gobierno mexicano, con una visión audaz y un enfoque casi científico, seleccionó una isla prácticamente deshabitada en la costa de Quintana Roo para transformarla en un destino turístico de clase mundial. Hace 55 años, el 20 de abril de 1970, Cancún comenzó oficialmente su construcción, un proyecto que prometía revolucionar el turismo en México y posicionar al país como un competidor de peso en el Caribe. A más de medio siglo de distancia, mientras Cancún celebra su 55º aniversario, es momento de reflexionar: ¿qué tan cerca estuvo ese sueño programado por computadora de la realidad? ¿Se cumplieron las expectativas y objetivos trazados por los visionarios de Infratur? ¿Y cómo se encuentra hoy Cancún, una ciudad que emergió de la selva y las dunas para convertirse en un ícono global del turismo?
Las Expectativas de 1972: Un Paraíso Calculado
El reportaje de Dunphy describe un proyecto ambicioso liderado por Antonio Enríquez Savignac, jefe de Infratur, la agencia del Banco de México que combinó tecnología, datos y trabajo de campo para identificar el lugar ideal para un mega complejo turístico y que en 1974 se transformó en lo que hoy conocemos como Fonatur. Cancún fue elegido tras un análisis exhaustivo que incluyó modelos computacionales y visitas a lo largo de los 10,000 kilómetros de costa. Los criterios eran claros: clima perfecto todo el año, playas de arena blanca, aguas cristalinas, acceso a agua potable, mano de obra local abundante y poca presencia de mosquitos, serpientes o tiburones. Pero más allá de la belleza natural, el objetivo principal era económico: atraer un flujo masivo de turistas, especialmente de Estados Unidos, para impulsar el desarrollo regional en una de las zonas más pobres de México.
Las proyecciones eran audaces. En 10 años, según los programadores, Cancún acogería 2.5 millones de turistas al año, una cifra equivalente al total de visitantes que México recibía en ese momento. Se planeaba un aeropuerto internacional, hoteles de gran altura, campos de golf, una marina y una ciudad de apoyo para 10,000 trabajadores. La visión era transformar una isla con apenas tres residentes en un “patio de juegos multimillonario” que generara empleos y riqueza. Como señala Dunphy, el proyecto no dejaba nada al azar: cada decisión estaba respaldada por datos, desde estadísticas de huracanes hasta el perfil del turista estadounidense. La fe en el proyecto era casi religiosa, con un miembro de Infratur comparándolo con la “Santísima Trinidad” de aerolíneas, hoteles y la propia agencia.
¿Se Cumplieron las Expectativas?
A 55 años de su fundación, Cancún ha superado muchas de las expectativas delineadas en 1972, pero no sin matices. En términos de crecimiento turístico, el éxito es innegable. Para 1974, el primer hotel, Playa Blanca (hoy Temptation Resort), abrió sus puertas, y en un año Cancún ya recibía 100,000 visitantes. Hoy, con un promedio de unos 13 millones de turistas por año, la ciudad supera por mucho la cifra de 2.5 millones de turistas anuales proyectada para la primera década desde su creación, y genera alrededor de un tercio de los ingresos turísticos de México, consolidándose como el destino más importante del país y uno de los más visitados del Caribe. El aeropuerto internacional de Cancún, uno de los más transitados de México, maneja cerca de 15 millones de pasajeros al año, conectando la ciudad con Norteamérica, Europa y América Latina.
La infraestructura también refleja un cumplimiento significativo de las promesas iniciales. Cancún cuenta con más de 45,000 habitaciones de hotel, desde opciones económicas hasta resorts de lujo, y la Zona Hotelera, con sus 23 kilómetros de hoteles frente a la playa, es un testimonio del auge constructivo de las décadas de 1980 a la fecha. La ciudad de apoyo, hoy Cancún Centro, ha crecido exponencialmente, pasando de 441 habitantes en 1970 a casi un millón en la actualidad. Además, la conectividad con el continente se fortaleció con los puentes Calida y Nizuc, además del Puente Nichiupté de 8.8 kilómetros que unirá al centro de la ciudad con la Zona Hotelera atravesando la Laguna Nichupté.
Sin embargo, no todo ha sido un éxito rotundo. Las expectativas de Dunphy y los planificadores subestimaron ciertos desafíos. Por ejemplo, aunque se preveía un crecimiento poblacional, la tasa de 62.3% anual entre 1970 y 1980 fue mucho mayor de lo anticipado, lo que generó presiones sobre la infraestructura urbana y tensiones sociales. La idea de una ciudad planificada con “supermanzanas” se desdibujó con un desarrollo urbano desordenado en el centro, alejándose del plan maestro original. Además, el optimismo sobre la sostenibilidad ecológica no se materializó plenamente. La construcción masiva de hoteles y la urbanización han erosionado playas, dañado arrecifes de coral y generado problemas de contaminación por aguas residuales, con el 95% del alcantarillado de la Zona Hotelera superando la capacidad de las plantas de tratamiento.
Los Objetivos: Desarrollo Económico vs. Costos Sociales y Ambientales
El objetivo central de Infratur era el desarrollo económico regional, particularmente en una zona con altos niveles de pobreza y sin industria significativa. En este sentido, Cancún ha sido un triunfo. La creación de empleos superó las metas iniciales: se estimaban 10,000 empleos para 1975, pero hoy la industria turística sostiene decenas de miles de puestos directos e indirectos, beneficiando a comunidades mayas y migrantes de otros estados. La pobreza extrema en Quintana Roo ha disminuido significativamente, y Cancún ha impulsado el crecimiento de la Riviera Maya, extendiendo el turismo hacia Playa del Carmen y Tulum.
No obstante, el desarrollo ha tenido un costo. La seguridad, un aspecto no contemplado en los planes iniciales, se ha convertido en un desafío significativo. Desde 2015, Cancún ha enfrentado un aumento en la violencia relacionada con el narcotráfico, con un pico de 359 homicidios dolosos en 2017, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), lo que representó una tasa de 82 homicidios por cada 100,000 habitantes, muy por encima del promedio nacional de 23. En 2024, Cancún reportó 594 homicidios, según el SESNSP. La ciudad sigue lidiando con episodios violentos, lo que contrasta con su imagen de paraíso seguro y afecta la percepción de seguridad tanto de residentes como de turistas.
El impacto ambiental es quizás el mayor punto ciego de los objetivos originales. Aunque Infratur prometió proteger la ecología, el desarrollo intensivo ha alterado ecosistemas frágiles. La aparición anual de sargazo desde 2015, que cubre las playas de algas malolientes, es un recordatorio de los cambios climáticos y ecológicos que no se anticiparon. La pérdida de manglares y la contaminación marina amenazan el Gran Arrecife Maya, el segundo más grande del mundo, que era un atractivo clave.
Cancún Hoy: Un Gigante Turístico con Retos Pendientes
En 2025, Cancún es una metrópoli vibrante, pero también una ciudad de contrastes. La Zona Hotelera sigue siendo un imán para turistas, con sus playas impecables, vida nocturna y acceso a sitios arqueológicos como Chichén Itzá y Tulum. La ciudad ha diversificado su oferta, incorporando eventos culturales, deportes profesionales y universidades, lo que la hace más que un simple destino de sol y playa. Sin embargo, el crecimiento descontrolado ha dejado cicatrices. Mientras la Zona Hotelera proyecta lujo, el centro —que se refiere también a las regiones y la periferia de la ciudad— enfrenta problemas de infraestructura, desigualdad y hacinamiento. La dependencia del turismo, que representa un tercio de los ingresos de México, hace a Cancún vulnerable a crisis globales, como lo demostró la pandemia de COVID-19.
A nivel social, los cancunenses, muchos de ellos descendientes de los mayas o migrantes de otras regiones, han mostrado resiliencia. Proyectos como el cuidado de manglares por parte de empresas locales reflejan un esfuerzo por equilibrar el desarrollo con la sostenibilidad. Sin embargo, la narrativa de progreso económico no puede ignorar las voces de quienes sienten que Cancún prioriza a los turistas sobre sus residentes. La pregunta que queda es si la ciudad puede reinventarse para abordar sus retos ambientales y sociales sin sacrificar su posición como líder turístico.
Conclusión: Un Legado Ambivalente
El reportaje de Dunphy captura un momento de optimismo visionario, cuando México apostó por transformar una isla desconocida en un motor económico. A 55 años, Cancún es un testimonio del poder de la planificación y la ambición, pero también una advertencia sobre los costos de un desarrollo acelerado. Las expectativas de crecimiento turístico se cumplieron e incluso se superaron, y los objetivos de desarrollo económico han transformado Quintana Roo. Sin embargo, los desafíos ambientales, sociales y de seguridad muestran que el éxito no es absoluto. Cancún no es solo un destino; es un experimento vivo que nos obliga a preguntarnos: ¿puede un paraíso creado por computadora adaptarse a un mundo que exige sostenibilidad y equidad? Mientras celebramos sus 55 años, el futuro de Cancún dependerá de su capacidad para responder a esa pregunta.
Semblanza de Robert J. Dunphy
Robert J. Dunphy fue un periodista estadounidense cuya carrera se destacó por su capacidad para narrar historias con profundidad y sensibilidad, especialmente en temas de viajes y desarrollo urbano. Conocido por su reportaje Why the Computer Chose Cancun, publicado en The New York Times el 5 de marzo de 1972, Dunphy capturó el ambicioso proyecto de transformar una isla deshabitada en un destino turístico de clase mundial, ofreciendo un análisis detallado y visionario del proceso liderado por el gobierno mexicano. Su estilo periodístico combinaba observación aguda, narrativa envolvente y un enfoque crítico que reflejaba tanto el entusiasmo como las complejidades de los desarrollos que cubría. Su trabajo en una de las publicaciones más prestigiosas del mundo evidencia su talento para documentar momentos históricos con relevancia perdurable. Su legado periodístico sigue siendo una ventana a las grandes transformaciones del siglo XX, como el nacimiento de Cancún.
El reportaje íntegro de The New York Times
Por su trascendencia histórica y documental, se reproduce a continuación el reportaje “Why the Computer Chose Cancun”, en su versión al Español, escrito por Robert J. Dunphy para The New York Times, publicado el 5 de Marzo de 1972 y recuperado en los archivos digitales del diario (https://www.nytimes.com/1972/03/05/archives/why-the-computer-chose-cancun-how-the-computer-chose-cancun-as.html)
Por qué la Computadora Escogió Cancún
Por: Robert J. Dunphy
Isla Cancún, México.— El héroe de Daniel Defoe no tenía nada que envidiarme. Yo era el único turista en esta isla desierta del Caribe, nadando solo en el mar azul zafiro y paseando durante kilómetros por la playa vacía, solo para detenerme en seco, no por la huella de Viernes, sino por el inconfundible rugido de una bulldozer.
Había llegado a Cancún desde la cercana Isla Mujeres, donde estaba de vacaciones, al enterarme de que esta isla tropical deshabitada había sido “programada por computadora” por el Gobierno mexicano para convertirse en el emplazamiento de un complejo turístico multimillonario planificado. Lo que me asombró fue que todo estaba ocurriendo prácticamente de la noche a la mañana, bajo mis propias narices, por así decirlo. En dos años, tendría su propio aeropuerto internacional, un grupo de hoteles de gran altura, un campo de golf, una marina y todos los demás accesorios de un complejo turístico moderno.
Lo que esto significa es que, hasta ahora, México —con sus pequeños complejos turísticos en las islas de Mujeres y Cozumel— apenas había metido un dedo gordo en el agitado mar del turismo caribeño. Pero ahora, con Cancún, está listo para zambullirse de lleno.
Dentro de 10 años (¡sujeta tu sombrero!), los programadores informáticos proyectan que Cancún tendrá suficientes hoteles de gran altura para acomodar a 2.5 millones de turistas anualmente, el mismo total que ahora visita todo México en un año.
¿Increíble? Al principio, yo también lo pensé. Pero si estás en México este año y vuelas a las islas cercanas de Mujeres o Cozumel, echa un vistazo hacia abajo cuando tu avión deje la costa de Yucatán, y tú también estarás convencido. En el punto donde la carretera recta como una flecha que atraviesa la selva yucateca se encuentra con el mar, observarás tanta actividad en la playa que jurarás que es Hollywood recreando el Día D otra vez. No solo se está desarrollando desde cero el complejo turístico costero de Cancún, sino que también se está creando una ciudad de “apoyo” completa capaz de albergar inicialmente a 10,000 trabajadores y sus familias que trabajarán en sus hoteles y restaurantes, tallada en la selva en el continente, justo enfrente de la isla.
El día que estuve en la playa desierta, escuchando una de las primeras bulldozers ahogando los sonidos de la selva detrás de mí y el mar al frente, el pensamiento que más me intrigó fue cómo el Gobierno mexicano, con no menos de 6,000 millas de costa y 3,000 millas de playas tropicales para elegir, había seleccionado específicamente a Cancún para ser “el complejo turístico del futuro”.
Sabía que el Gobierno no había elegido Cancún por casualidad. Además de usar computadoras, había recurrido a las mejores mentes y conocimientos técnicos de una nación moderna para seleccionar el sitio, una franja de nueve millas de isla selvática frente a la costa de Quintana Roo, la última frontera salvaje de México. Sabiendo esto, eché un último vistazo a Cancún —dándome cuenta de que nunca más lo vería en su estado prístino— y me dirigí a la Ciudad de México para conocer los detalles de cómo se había llevado a cabo la búsqueda del complejo turístico perfecto. Para descubrir, en otras palabras, la forma exacta en que un gobierno procede a construir un patio de juegos multimillonario.
Jefe de la Agencia
El hombre con las respuestas fue el apuesto y elocuente Antonio Enríquez Savignac, de 40 años, educado en Harvard, jefe de Infratur (Fondo para la Promoción de la Infraestructura Turística), la agencia del Banco de México que lidera la primera incursión del gobierno en el negocio de los complejos turísticos. Encontré a Enríquez instalado con su equipo de expertos de Infratur en el último piso de un edificio del Banco de México, justo al lado de la Plaza Alameda en el centro de la Ciudad de México.
A mi primera pregunta —¿por qué decidió el gobierno construir un complejo turístico, en primer lugar?—, Enríquez respondió: “Dinero. Los turistas significan dinero, y el gobierno delegó la tarea de desarrollar su infraestructura turística al Banco de México, nuestro equivalente a su Reserva Federal”. El gobierno mexicano dio este paso en 1967 al reservar un fondo de 2 millones de dólares para ser administrado por el banco, con el fin de determinar la viabilidad de crear nuevas zonas recreativas, “preferiblemente donde no existan otras alternativas de desarrollo viables”. Al establecer Infratur, un objetivo básico fue el desarrollo económico regional, particularmente en áreas donde el desempleo era alto. Infratur fue autorizado para comprar terrenos para prevenir la especulación en los sitios que deseaba desarrollar y para inducir la inversión privada proporcionando lo básico: aeropuertos, puentes y carreteras, agua, electricidad y servicio telefónico.
“Sabíamos exactamente lo que queríamos construir: un complejo turístico que atrajera un flujo masivo de turistas desde los Estados Unidos”, dijo Enríquez. “Pero antes de obtener la aprobación, tuvimos que convencer al gobierno de que el turismo era el sector de crecimiento económico más dinámico y de mayor crecimiento en el mundo.
Nada al Azar
“Como banqueros, abordamos esto desde la perspectiva de un banquero, tomando en cuenta todo lo medible, ingresándolo en una computadora y dejando nada al azar. Por ejemplo, señalamos que el número de turistas caribeños desde los Estados Unidos había aumentado de 400,000 en 1961 a 1.5 millones en 1969 y que, incluso con la recesión, esta cifra superaría los 2 millones en 1972. Tuvimos que demostrar, en otras palabras, que los turistas estadounidenses estaban viajando más lejos y quedándose más tiempo”.
Los planificadores de Infratur acordaron que cualquier sitio candidato debía disfrutar de un clima perfecto durante todo el año, cielos eternamente azules y mares aún más azules, con playas de arena blanca bordeadas de altas palmeras. Además, el lugar debía tener agua potable disponible, una abundante oferta de mano de obra local necesitada de empleos, pocos mosquitos o serpientes en el interior y aún menos tiburones en alta mar. Los hoteles, campos de golf y marinas —y luego las multitudes de turistas— vendrían después.
Pero, ¿por dónde empezar?
Primero, los economistas de Infratur buscaron crear un perfil del consumidor típico del turista caribeño orientado a la playa —billetera gorda, sombrero divertido y todo lo demás— y recopilar un expediente de sus hábitos migratorios. Curiosamente, aunque los datos y cifras sobre el turismo eran fáciles de obtener, las razones por las que una persona iba al Complejo X y otra al Complejo Y rara vez estaban disponibles.
En busca de respuestas, Infratur compiló estadísticas sobre una variedad de complejos turísticos exitosos, desde el Caribe hasta Honolulu, incluyendo Miami Beach y el propio Acapulco de México. Aquí también, todo lo medible fue tomado en cuenta: el número de turistas, el número de habitaciones de hotel, las temperaturas promedio, la precipitación anual, incluso la incidencia de huracanes, y todo esto fue ingresado en la computadora.
De hecho, Infratur tenía las computadoras del banco tan ocupadas con estadísticas turísticas que el equipo de Enríquez finalmente tuvo que conectarse a tiempo completo con una en California. Pero aun así, con todas las estadísticas fluyendo hacia las máquinas, el trabajo más complicado aún estaba por hacerse.
Lo que los planificadores hicieron a continuación fue quitarse sus trajes de banquero a rayas, apagar las computadoras y dirigirse a los lugares remotos para verificar aquellas áreas en México que, según los informes, tenían todos los ingredientes necesarios. Ahora tocaba verificar personalmente la natación, las playas, las condiciones de vida reales en varios lugares a lo largo de las 6,000 millas de costa de México y comparar cada sitio con los datos que las computadoras habían producido.
“Es aquí donde entra el elemento humano”, continuó Enríquez. “Cuando le dijimos a un viejo pescador que habíamos computarizado las estadísticas de huracanes desde 1880 hasta el presente y encontramos que el ‘ojo’ nunca había pasado por su área en particular, él miró al cielo con cautela y dijo: ‘Sí, señor, pero aún así, uno nunca sabe: el huracán no tiene timón’”.
Sin tomar riesgos, el equipo verificó sus hallazgos nuevamente, incluso llegando a reproducir huracanes en un laboratorio de la Universidad de México, con hoteles construidos a escala y olas de dos pulgadas de altura. Luego, los arquitectos estudiaron los resultados y determinaron que los hoteles debían construirse para resistir el peor asalto posible del clima.
A pesar del equipo de buceo, los empleados de Infratur no estaban exactamente saltando de complejo en complejo. Los viajes, de hecho, eran bastante agitados, ya que casi todas las comunidades selváticas frente a la playa en México competían por el dudoso honor de convertirse en otro Acapulco de la noche a la mañana. En resumen, se había corrido la voz de que, bajo el expresidente Miguel Alemán —ahora jefe del Consejo Nacional de Turismo de México— México había recibido créditos por un total de 100 millones de dólares del Banco Mundial y el Banco Interamericano para desarrollar el turismo.
“Estábamos constantemente en movimiento”, dijo Enríquez. “De un total de 46 miembros del personal de Infratur —arquitectos, abogados, ingenieros, economistas— usualmente éramos cuatro o cinco en cada uno de estos viajes de inspección, y revisamos cientos de sitios en aproximadamente dos años. Iban desde complejos turísticos establecidos, como Acapulco en la costa del Pacífico, hasta el deshabitado Cancún en el Caribe.
En un lugar, los tiburones significaban un voto negativo inmediato; en otro, hormigas caníbales bajando de las montañas y devorando todo a su paso hacían que los investigadores salieran corriendo. Una cosa que los inspectores sí tenían era movilidad. El Banco de México puso su flota de cinco aviones a disposición del equipo. Los aviones normalmente se usan para distribuir moneda recién impresa por todo el país, pero cuando uno estaba libre, se ponía en servicio con los “peso petrol”, como llegaron a ser conocidos los empleados de Infratur.
Enríquez dijo: “Finalmente reducimos la elección a 25 sitios y luego dimos preferencia a aquellas áreas donde la gente era extremadamente pobre, siempre que todos los demás atributos estuvieran presentes, como una oferta de mano de obra, por ejemplo. La Península de Yucatán y la Isla de Cancún resultaron ser ideales en este sentido. Hay gran pobreza y no hay industria —ya que el sisal ha sido reemplazado por plásticos— y, sin embargo, el área tiene todos los ingredientes para atraer al turismo: sol, mar y buen clima durante todo el año, además de un fácil acceso a algunos de los mayores tesoros arqueológicos del mundo, como las ruinas mayas de Chichén Itzá y Tulum, por ejemplo.
Instalaciones Planeadas
“Una vez que identificamos el sitio, llegamos a la parte fácil. El gobierno compró toda la isla, la mayor parte de la cual ya poseía de todos modos, y cuando se eliminó la amenaza de especulación de tierras y pudimos tener mano libre para proteger la ecología del área, estábamos listos para empezar”.
El gobierno planea instalar una planta de tratamiento de aguas residuales y canalizar agua desde el continente para asegurar un suministro durante todo el año. Además, construirá un puerto y una marina, dos campos de golf de 18 hoyos, un centro de convenciones y un “pueblo maya” de boutiques y tiendas donde los artesanos locales puedan exhibir sus artesanías.
La zona turística ocupará una franja de 20 millas de la costa de 84 millas de la isla en forma de L. La primera etapa de desarrollo, que se completará en diciembre de 1973, contempla la construcción de varios hoteles pequeños con un total de 1,000 habitaciones, además del aeropuerto internacional, a 15 millas de distancia en el continente. Posteriormente, se construirán numerosos hoteles de gran altura. La isla está a solo un tiro de piedra de la costa de Yucatán y estará conectada al continente por un puente permanente que reemplazará el tramo temporal por el que ahora rugen las bulldozers.
Cancún parece tenerlo todo a su favor, pero como dice un miembro del equipo de Infratur con un fervor casi religioso: “Esperamos, oramos. Los tres elementos involucrados aquí son importantes: las aerolíneas, los hoteles e Infratur; es como la Santísima Trinidad. Sin uno de ellos, no puedes tener a Dios, ni la ayuda de Dios”. La fe juega un papel importante en la planificación de Infratur, al igual que, por supuesto, la esperanza en el futuro.
El nombre Cancún, por cierto, proviene del maya antiguo y se interpreta de diversas maneras como “forma de serpiente” o “olla de oro”. Los banqueros se inclinan por esta última interpretación, e incluso hablan de ferries de alta velocidad en el futuro que transporten grupos de turistas de fin de semana desde Nueva Orleans, Miami y Key West.
“El interés en el proyecto de Cancún es enorme, más allá de nuestros sueños más salvajes”, dijo Enríquez. “Incluso hemos tenido ofertas de grandes inversores para comprar toda la isla, pero solo estamos tratando con personas que quieran construir y crear empleos”.
Las personas que más se beneficiarán del proyecto a largo plazo son las que viven en el área circundante: los agricultores, los obreros y otros habitantes de Yucatán, la mayoría de ellos, de hecho, descendientes directos de los habitantes mayas originales de la península. Para 1975, se espera que el complejo haya creado al menos 10,000 empleos.
La “ciudad de los trabajadores”, donde los hombres que manejan las bulldozers en Cancún ya están residiendo, ha tenido la máxima prioridad en la planificación. “Hemos tenido un equipo antropológico que ayudó a diseñar la ciudad: su hospital, sus escuelas y sus casas”, me dijo el jefe de Infratur. “Estamos tomando medidas para evitar tensiones sociales más adelante, conflictos entre la ciudad y el complejo, por así decirlo. Queremos que los trabajadores estén felices, que sientan que son una parte importante de Cancún. Esto se reflejará en la forma en que tratan a los turistas”.
Fin de la Línea
El pueblo más cercano, Puerto Juárez (población 90), está a una milla aproximadamente de la ciudad de los trabajadores, en el punto donde la carretera de 199 millas desde la ciudad interior de Mérida termina en la costa. No hay nada más que el azul Caribe frente al pueblo y poco más que selva y vastas plantaciones de sisal detrás. El puerto de Puerto Juárez es el punto de partida para las cercanas islas de Mujeres y Cozumel.
Solo hay un hotel en el pueblo y tiene solo seis habitaciones, todas equipadas con hamacas en lugar de camas. La hamaca, de hecho, es prácticamente un estilo de vida en esta parte de México.
“Mira nuestras cabezas”, me dijo una encantadora doncella maya moderna en Mérida. “Están puntiagudas por dormir toda nuestra vida en hamacas”. Como muchos yucatecos, ella se enorgullece de su parecido con los antiguos mayas, quienes de hecho ataban sus cabezas para que fueran puntiagudas, como los chinos alguna vez ataron sus pies. Un barman en Isla Mujeres confesó: “Dormí en una cama una vez y me caí, nunca más. La hamaca es fresca. Cuando hace calor, solo pones el pie en el suelo y empujas para hacer que la hamaca se balancee, y esto genera una brisa. No necesitamos aire acondicionado”.
Hoy, los camiones de trabajo pesado levantan polvo por todos lados en Puerto Juárez, y en unos pocos años, cuando los primeros turistas lleguen en masa a Cancún, las hamacas no serán lo único que se balancee. No puedo esperar a regresar.